TIEMPO CONSTRUIDO
El estudio es mi yacimiento
El 14 de septiembre le envío un wasap a Ramón Valladolid preguntándole, ¿puede un río ser un yacimiento?, a lo que me responde: “Un yacimiento puede ser cualquier cosa, puesto que es un estado de lo arrojado –iacere-. Creo que debe ubicarse en el exterior de quien lo explota produciendo en él una importante pasión.
Si este “explotador” es un artista y, en su búsqueda de las calidades-cualidades de las cosas logra ver, tendrá la obligación de dar a ver lo que ve. Por tanto, querido Rufo, creo que es un mal negocio”.
(...)
Durante toda una mañana compongo y recompongo sobre el suelo del estudio una nueva construcción que, de alguna forma, puede establecer un diálogo con la “construcción” resultante de la depuración formal de la fotografía de la excavación que citaba al principio. Aunque resulte la comparación un poco forzada, me sentía partícipe como un trabajador más de la búsqueda de algo interesante en el yacimiento de mi propio estudio.
R.C
Rufo Criado. El yacimiento, el estudio.
Rufo es muy madrugador: el primero en hacerme llegar el proyecto, el primero en contestar a los correos, el primero es responder los whatsapps, el primero en enviar información. El primero en mandarme el título de su obra: ¿Puede un río ser un yacimiento? Su disposición al trabajo hace que todo vaya rodado. Su doble papel de artista y ex-director de un centro de arte hace que se anticipe a los problemas prácticos que tensan los proyectos hasta el último momento. Se ha preocupado desde el primer momento de mandarme materiales para el blog para que pudiera avanzar en mi misión en el proyecto. Me comenta que Eugenio Cano le dijo que su labor en el CAB podía entenderse casi como una “escultura social”. Hacer institución puede ser una forma de materializar una sensibilidad artística. Al igual que en las obras, también en éstas suelen quedar ocultos los procesos y el inmenso trabajo que requieren.
En nuestra charla tratamos de desgranar, paso a paso, el proceso que le ha llevado a la pieza final. Todo empieza con una pregunta sobre un río, el descubrimiento del río Vena, sus conexiones con el Museo de la Evolución, las aguadas que tratan de buscar lo que “queda oculto bajo sus aguas”, una nueva visita a los yacimientos, las pruebas con documentos fotográficos y con lonas, más pinturas directas que trabajan el gesto y la expresión, la mancha y el dibujo, intentos de capturar “la experiencia emocional de la visita”, y una y otra vez, el anverso y el reverso, el equilibro de fuerzas opuestas. En la charla Rufo insiste en dos ideas: que el color es su debilidad y que no es un geómetra. Comento una cita de Juan Gris que siempre me ha gustado: Cézanne, de una botella hace un cilindro; yo parto del cilindro para crear un individuo de un tipo especial, de un cilindro hago una botella, una cierta botella. Podríamos decir, con Gris, que Rufo hace un cierto paisaje.
Buena parte de todo este trabajo va a quedar oculto a la hora de decidirse por la obra final. Lo que va a ser verdaderamente significativo en su proceso va a ser el reencuentro con un pequeño “yacimiento de materiales” que habían ido acumulándose en su estudio desde los años noventa, chapas metálicas, maderas, rejillas…, con los que había realizado la serie Construcciones. El yacimiento que buscaba Rufo no estaba en ningún río, sino que iba a encontrarlo en su propio taller. Le digo que, entonces, el título que debería ser más parecido a ¿puede un estudio ser un yacimiento? Nos quedamos pensando. Se va diciendo que le va a dar una vuelta a esto… O.F.L.